El estado y la apariencia de la piel es fundamental para nuestra salud y bienestar. Cuando se encuentra en excelentes condiciones, trabaja para proteger a nuestro cuerpo de factores externos como el medio ambiente, agentes irritantes (cosméticos y otras sustancias), microbios y microorganismos. Además, es responsable de regular nuestra temperatura corporal y mantener el equilibrio del organismo.
Si nuestra piel está sana, la notaremos suave, sedosa, hidratada, calmada y de un color homogéneo. Sin embargo, debemos tener en cuenta que hay muchos factores, internos y externos, que afectan en su estado, su aspecto, su textura y sus sensaciones; puede que que no tengamos influencia sobre muchos de ellos, pero un cuidado consciente de la piel siempre te ayudará a protegerla y conservar su apariencia juvenil durante más tiempo.
En este artículo enlistamos muchos de los factores endógenos y exógenos que influyen en el estado de nuestra piel.
1. Factores Endógenos
Los principales factores internos que influyen sobre la piel son: la genética, las hormonas y procesos específicos como la diabetes.
1.1 Genética
La genética tiene una directa relación sobre quiénes somos en muchos aspectos, desde el color de nuestros ojos y cabello, la contextura física, la altura, y por supuesto, nuestra piel. Solo el 25% de los factores genéticos son inevitables.
El tipo de piel (seca, normal, mixta, o grasa), su color (fototipo), y otros aspectos generales que intervienen en su estado, son determinados también por la genética. No obstante, se debe destacar que el factor hereditario aumenta la predisposición a sufrir problemas dermatológicos como la dermatitis atópica, la psoriasis, la ictiosis y la xerosis.
La piel sensible y la dermatitis atópica, son producidas por una deficiencia de filagrina, una proteína que tiene como función fortalecer la barrera protectora de la piel.
La genética determina el envejecimiento biológico, o cronológico, de la piel que se se caracteriza por lo siguiente:
- La reducción de las secreciones de las glándulas sebáceas y sudoríparas,
- La degeneración del tejido conectivo, es decir, la piel pierde su habilidad o capacidad de retener agua y empieza a perder firmeza,
- La reducción de la regeneración y renovación celular, es decir, la piel toma cada vez más tiempo en recuperarse y empiezan a formarse las líneas de expresión,
- La degeneración de las fibras elásticas, haciendo que la piel pierda turgencia y elasticidad.
1.2 Hormonas
Los cambios en los niveles hormonales pueden ejercer efectos negativos sobre la piel, entre ellos encontramos los siguientes:
Acné
El acné es una enfermedad hormonal. Las hormonas son responsables del desarrollo de nuestras glándulas sebáceas y, durante la pubertad, cuando maduran, presentamos acné. Esto ocurre porque el cuerpo produce un exceso de andrógenos que estimulan la sobreproducción de sebo en las glándulas sebáceas.
Si bien el acné mejora luego de la adolescencia, el estrés altera los niveles de algunas hormonas y, hasta el 40 % los adultos son afectados por él, sin embargo, las más afectadas son las mujeres en un 75% y el 85 %.
Pérdida de equilibrio en la piel
Con el paso de los años, la producción de estrógeno se reduce en las mujeres, especialmente después de la menopausia. Estas hormonas ayudan al equilibrio de la piel en términos de la humedad y su reducción da lugar a cambios estructurales y atrofia la piel.
Melasma
Durante el embarazo, las mujeres sufren un cambio hormonal que muchas veces provoca hiperpigmentaciones más conocidas como melasmas.
Si tu piel ha sufrido cambios debido a alguna de estas causas, te recomendamos que trabajes tus niveles hormonales consultando con un endocrinólogo y dermatólogo de confianza, y desde afuera, con una higiene rigurosa y buenos hábitos de salud.
2. Factores exógenos
Hay muchos factores externos que pueden influir en el estado y en la salud de la piel. Es importante entender que cuando la piel se encuentra comprometida, es decir, fuera de su balance natural, tiene menos capacidad para cumplir su función de “barrera” y con ello, somos más propensos a presentar problemas dérmicos. El 80% de estos factores se pueden controlar con productos de cuidado facial y corporal, además de mejorar nuestro estilo de vida.
Dentro de los factores exógenos más importantes y comunes podemos mencionar:
2.1 Radiación UV
La radiación ultravioleta (UV) es el factor más explicado por los especialistas y el de mayor preocupación entre la población, en términos del cuidado de la piel. Cuando hablamos del daño de los rayos UV sobre la piel nos referimos, puntualmente, a los radicales libres.
Los radicales libres son moléculas incompletas que están desprovistas de un electrón. Estas generan un efecto en cadena, “golpeando” otras células, causándoles daño volviéndolas más vulnerables. En el caso de la piel, propician el envejecimiento prematuro, puesto que al atacar al colágeno y la elastina, se pierde la elasticidad y firmeza de la piel, aumentan las líneas de expresión, aparecen arrugas y alergias.
Entre los perjuicios a la salud que pueden provocar los radicales libres destacan: las alteraciones en los niveles de melanina desencadenando en hiperpigmentaciones o despigmentaciones y el cáncer de piel.
Para proteger tu piel de la radiación UV, te recomendamos utilizar Velvet® Sunscreen, nuestro bloqueador solar facial que posee una fórmula anhidra (libre de agua) y que te brinda una sensación no grasosa, de rápida esparcibilidad y completa transparencia. La tecnología de segunda piel optimiza la protección contra los rayos UV y la resistencia al agua sin afectar la apariencia y la textura natural de tu piel.
2.2 Clima
En Ecuador, los cambios repentinos en el clima y la temperatura son comunes. Al tener que adaptarse a las variaciones para defendernos de otros elementos, la piel se torna más sensible.
En climas muy fríos, la piel reacciona estrechando los vasos sanguíneos (vasoconstricción) para proteger nuestro cuerpo frente a la disminución del calor. Las condiciones de frío reducen la secreción de sebo y causan resequedad e incluso descamación en la piel. Por otro lado, en climas cálidos y húmedos, tal es el caso de la región Costa, las glándulas sudoríparas empiezan a sobreexcretar sudor, dejando la piel húmeda y brillante y, en ocasiones, propensa al acné y la rosácea.
2.3 Consumo de alcohol
El consumo de alcohol en grandes cantidades y de manera regular, propicia el envejecimiento prematuro de la piel, causa el adelgazamiento de la misma al aplicar presión en el colágeno y la elastina de la dermis y aumenta de la red de vasos sanguíneos en el rostro, sobre todo en las mejillas, desencadenando en el llamado flushing o enrojecimiento facial.
2.4 Tabaquismo
El tabaquismo no sólo se asocia con cáncer de pulmón, sino que también con las afecciones dérmicas. El humo del tabaco es una gran fuente de radicales libres que dañan la piel y esto provoca que sea menos eficiente para eliminar residuos y toxinas.
Fumar provoca que se dañen el colágeno y la elastina, fibras que dan a la piel su resistencia y su elasticidad. Contrae los vasos sanguíneos, disminuye la circulación sanguínea y restringe la transportación del oxígeno y nutrientes —como la vitamina A— a la piel. Además, brinda a la piel un aspecto envejecido; puesto que este hábito contribuye a la formación rápida de surcos profundos arriba y abajo de los labios.
2.5 Productos Químicos
La piel tiene por naturaleza un pH ácido que oscila entre 4.7 y 5.75. Los productos agresivos que aplicamos para limpiar nuestra piel afectan este balance natural, dañan la estructura celular y deterioran su función protectora. Esto puede ocasionar sensibilidad, aparición de erupciones, acné, infecciones u otras enfermedades como la dermatitis atópica y la rosácea.
Es muy importante evitar el uso de productos comedogénicos y consultar con tu especialista antes de aplicar un nuevo jabón, crema o maquillaje en la piel. Procura también que el pH de tu jabón facial no sea menor a 4.5 ni mayor a 7.
2.6 Exfoliación y limpieza demasiado frecuente
La higiene personal es un factor muy importante, sin embargo, debemos tener en consideración que realizar exfoliaciones o ducharse con demasiada frecuencia puede resultar contraproducente y dañino para la piel. Los baños con agua caliente ocasionan una pérdida de factores hidratantes naturales de la piel y de los lípidos que protegen la superficie.
2.7 Alimentación
El consumo de una dieta equilibrada ayuda también a mantener una piel saludable. Muchos alimentos aportan con antioxidantes que ayudan a prevenir y tratar el daño causado por los radicales libres. Entre este grupo podemos encontrar a las frutas, las verduras amarillas y naranjas y las hortalizas verdes.
Es importante la ingesta de al menos dos litros de agua al día para ayudar a mantener la piel hidratada, evitar o consumir pocas grasas e ingerir alimentos ricos en vitamina C.
